Desde que empecé el doctorado, sabía que quería hacer una estancia doctoral en una institución extranjera. Este invierno, finalmente las circunstancias lo han permitido y he pasado dos meses investigando en la Universidad de Varsovia. Por suerte, mi situación me ha permitido optar por no solicitar becas o ayudas de ningún tipo para llevar a cabo la estancia. Con la incertidumbre de la pandemia, quería asegurarme de que llevaba a cabo la investigación en mis propios términos y que podía cancelarla en cualquier momento si era necesario.
Mi intención con la estancia doctoral era trabajar en una universidad distinta, y, especialmente, acceder a bibliografía y materiales en idiomas extranjeros que son difíciles de encontrar en España. También quería tener la oportunidad de experimentar un campus completamente diferente del de la Universidad Complutense. Escogí el Instituto de Historia del Arte de la Universidad de Varsovia porque su biblioteca ofrece una gran número de volúmenes en polaco, alemán, francés, inglés y, en menor medida, en Italiano, por lo que me daba acceso a una bibliografía menos sesgada que otras instituciones. Además, averigüe que en Polonia se han celebrado algunas exposiciones de arte macabro en años recientes y que conserva algún ejemplo inusual de arte de este tipo.
El Instituto de Historia del Arte está en el campus histórico de Varsovia, en el centro de la ciudad. Es un conjunto casi monacal de edificios clásicos de color blanco y pequeños jardines y patios que tiene algo de monacal. Sin embargo, tiene mucha vida y en su plaza principal se celebran actuaciones y conciertos en todas las fiestas. También visité con frecuencia la biblioteca general de la universidad, un edificio enorme y moderno. Todos los procedimientos administrativos de la UW me parecieron muy rápidos y fáciles y en un día tenía todos los permisos de investigación. Además, casi todo el personal de la universidad hablaba en inglés, lo que me facilitó mucho las cosas.
Ya había visitado Varsovia antes, pero vivir allí durante dos meses me permitió conocerla mucho mejor: me moví en bicicleta (antes de que las retiraran por las heladas), visité lugares fuera del circuito turístico y parques naturales y pude ver el Chico mordido por una lagartija de Caravaggio. Además, al pasar las fiestas de Navidad allí, disfruté de los fuegos artificiales de Nochevieja en la plaza del Palacio de Cultura y Ciencia, patiné sobre hielo, paseé por el mercado navideño, bebí vino caliente especiado y experimenté una Navidad nevada.
Aunque, en general, estoy contenta con mi estancia en Polonia, es verdad que la pandemia limitó un poco mi experiencia. Para empezar, la comunicación con mi tutora fue complicada ya que quedar en persona no era una opción y hablar a través del email institucional resultaba un tanto frío, impersonal y poco fluido. Igualmente, no consideré prudente hacer viajes dentro del país por la situación sanitaria, algo que, en otras circunstancias, me hubiera gustado mucho hacer.
A pesar de todo, investigar en el extranjero ha sido algo positivo no solo para mi tesis doctoral, sino también por las vivencias personales que me llevo de este viaje.
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