Por fin han reabierto las salas de pintura gótica española en el Museo del Prado y, naturalmente, he ido a verlas en cuanto he podido. Por razones de investigación y también de trabajo, tengo la suerte de estar muy familiarizada con estas salas, y por eso quería dar mi opinión sobre la remodelación.

Voy a empezar hablando del color azul para quitármelo de en medio cuanto antes. Nunca me hubiera podido imaginar que la elección del nuevo color de las salas fuera tan polémica. Personalmente, el color me gusta y creo que funciona bien con las pinturas que se exponen. Es sabido que el azul es complementario del naranja, lo que hace que los colores rojos, anaranjados, salmón y hasta los dorados resalten más. Además, como ha explicado el conservador, el azul hace referencia a los muros de los templos góticos, que solían decorarse con pinturas. Aunque personalmente asocio el color azul sobre todo con los típicos techos estrellados del arte gótico, también me hace pensar en pinturas murales como el Cielo de Salamanca, la Capilla de la Arena de Padua o las pinturas de Olite. Estoy segura de que el equipo de conservación tenía ejemplos parecidos en mente al escoger el color de las salas. La verdad es que no entiendo la negatividad, especialmente cuando hay salas del museo pintadas con colores más estridentes, pero si la polémica sirve para que más gente se acerque a las salas de medieval, bienvenida sea. 


    


Me ha gustado mucho la reordenación de la sala 51B, por fin se han unido todas las tablas de Juan de Sevilla, lo que permite hacerse una idea mejor de la estructura del retablo y, además, llaman la atención del visitante desde la puerta. En cuanto a la sala 51A, no sorprende mucho de primeras porque, tanto el Santo Domingo de Silos de Bermejo como el San Miguel de Zafra, las dos obras más grandes y quizá más importantes, siguen en el mismo sitio de siempre. También es cierto que, por la naturaleza de la sala y el tamaño de ambas piezas, se trata de la mejor ubicación para ellas. Al margen de esto, he apreciado el interés de ordenar algunas de las obras de acuerdo con ciertos micro-discursos, como la visión del demonio que se tenía en la Baja Edad Media o el papel del otro en el arte medieval. Aunque estos discursos no son de gran alcance por las limitaciones del número de obras y las exigencias del espacio, resultan más interesantes que el popurrí de tablas que había antes y crean diálogos distintos entre las tablas.

Quizá lo más emocionante sean las obras nuevas. Me ha hecho ilusión que hayan sacado del almacén las tablas de la vida de san Antonio, que, después de años viéndolas en la web del museo, por fin se puede admirar en persona. Se han puesto en relación los demonios de las tentaciones del santo con los de las pinturas de san Miguel, añadiendo variedad y riqueza. Por otra parte, me ha llamado la atención especialmente una pintura de pequeño formato que representa a Santiago. Es una obra muy expresiva y, al estar recién restaurada, los colores son muy vibrantes. Además, es un lujo poder contemplar la tabla de Sijena, que, por cierto, tiene un tamaño mucho más grande de lo que esperaba. En la propia sala 51A, se han agrupado algunas pinturas en torno al Ecce Homo de Juan Sánchez de San Román. Me ha parecido un acierto presentar juntas las cuatro tablas devocionales de pequeño formato porque la relación entre ellas se hace evidente y, además, permite incluir más piezas en las salas. Sé que hay partidarios de colocar las obras muy espaciadas en el espacio mural, pero, en este caso, creo que el criterio ha sido acertado. 

Es cierto que hay pocas pinturas de las que estaban expuestas antes de la remodelación que no estén aún en las salas, y las que faltan no se echan de menos. He tenido que esforzarme y hacer memoria para darme cuenta de las obras que ya no están expuestas y solo me han venido a la mente un par. Sin duda las piezas elegidas son una mejor selección y no sustituiría ninguna por las que ahora no están en exposición.


En general, aunque la remodelación de las salas de pintura gótica no me ha parecido tan sustancial como esperaba, desde luego supone una mejora museográfica para la colección y un soplo de aire fresco para unas salas que llevan años prácticamente sin alteraciones. El nuevo color de las paredes también da una sensación de novedad. Al ser quizá las pinturas más desconocidas del Prado, es fácil que el visitante se lleve una sorpresa redescubriendo incluso las obras que llevan años expuestas. La reapertura de esta parte del museo, además, ha hecho que las piezas medievales estén en el foco de atención de los visitantes, al menos por un tiempo, lo que siempre es de agradecer. Contribuye a esto el hecho de que el Prado haya colocado la Gioconda en las salas paralelas a las de pintura hispano-flamenca (que, por cierto, han sido objeto de una remodelación tan importante o más que las de medieval). De este modo, se garantiza cierto flujo de visitantes hacia el ala norte del museo y, con suerte, aumente el público interesado en el arte bajomedieval.

Este interés por acercar las colecciones de arte medieval al público se está completando con una importante difusión en los medios, lo que aporta relevancia a la pintura medieval. Por otro lado, Joan Molina está poniendo el foco en el ámbito de la divulgación al hablar de estas salas en las redes sociales del museo, algo que antes no veíamos con demasiada frecuencia. El conservador, además, es muy didáctico y ameno y creo que sus directos en Instagram son un buen complemento a la visita para un público poco familiarizado con el arte gótico. 

En los últimos años, el museo está haciendo un esfuerzo importante por revitalizar la colección de pintura gótica española. La cátedra del Prado en 2021 estuvo dedicada al arte medieval y las exposiciones relativamente recientes de Marinus y de Bermejo aportaron nuevas perspectivas sobre estos autores de finales de la Edad Media. Siento que la renovación de las salas de pintura gótica es otro paso más en la dirección correcta. Creo que no estoy siendo demasiado optimista al esperar nuevas exposiciones de arte medieval en el Museo del Prado en un futuro no muy lejano.