San Isidoro de Sevilla explica en las Etimologías (12, 2:7) que el tigre (tigris) recibe su nombre de la palabra que los persas usan para decir "flecha", por su velocidad. A su vez, el nombre del río Tigris procede de la palabra tigre, por ser el río más rápido. El autor describe a estos animales con el pelaje moteado, sin duda por una confusión con otros grandes felinos como el leopardo y el jaguar. San Isidoro creía que la mayoría vivían en la región de Hicarnia, en el costa del Mar Caspio.
Plinio el Viejo, por su parte, describe la manera de conseguir una cría de tigre, la escena más representada en los bestiarios medievales. Después de robar toda la camada, el cazador debe preparar un caballo rápido y huir al galope de la cueva del tigre. El animal, naturalmente, le perseguirá, siguiendo al cazador guiándose por el sentido del olfato. Al ser tan rápido, el hombre tendrá que cambiar de montura a menudo, en cuanto el caballo anterior se canse. Cuando el tigre le de alcance, algo que ocurrirá tarde o temprano, el ladrón le debe tirar una de las crías. El tigre se detendrá a recogerla y asegurarse de que se encuentra bien y el cazador ganará algo de tiempo. El hombre repetirá esta operación todas las veces que necesite hasta llegar a un barco, donde pueda poner mar de por medio con el felino. Este método, le garantizará quedarse al menos con una cría. Al zarpar el barco, el tigre se quedará rugiendo impotente en la orilla.
Si el cazador se queda sin crías que tirar, había aún otro truco que podía usar en esta situación. El hombre puede arrojar al tigre una esfera de cristal o un espejo. El animal, al ver su reflejo, pensará que se trata de una de sus crías, y se parará a recogerlo y lamerlo. Esto es precisamente lo que representa la miniatura de arriba (Morgan MS M.81, fols. 34v–35r) y en otras muchas ilustraciones de bestiarios.
0 Comentarios